Adiós a las pantallas en Primaria: ¿avance o retroceso?
Madrid prohíbe los dispositivos individuales en clase. Lo que parece una solución, podría ser parte del problema.
Si te apasiona la educación, esta newsletter es para ti.
Aquí hablamos de educación, IA y tecnología sin humo. Solo recursos prácticos que te ahorran tiempo y te ayudan a centrarte en lo que de verdad importa: enseñar y conocer a tus alumnos.
Cada semana, estrategias y herramientas que puedes aplicar en clase sin complicarte la vida.
Suscríbete y sigue leyendo.
Pantallas prohibidas en clase: la medida de la semana
Esta semana, la Comunidad de Madrid ha decidido prohibir las pantallas individuales en Infantil y Primaria en todos los colegios que reciban fondos públicos.
¿El motivo?
Combatir el uso abusivo de las pantallas entre los más pequeños. Y lo que han conseguido es una tormenta de opiniones, como era de esperar.
Si no te has enterado, aquí tienes el resumen rápido y sin anestesia:
Pantallas individuales, fuera.
Pantallas compartidas entre varios alumnos, permitidas.
Priorizar libros en papel, caligrafía, memorización y exposición oral.
Nada de dispositivos individuales, salvo para proyectos específicos justificados.
A primera vista, suena bien. Popular. Tranquilizadora. Una respuesta a la alarma social del uso abusivo de las pantallas entre los más pequeños. Pero…
¿Es esto lo que necesita nuestro sistema educativo?
María del Mar Sánchez Vera afirma que «lo absurdo se ha convertido en un decreto». En su artículo, denuncia que esta medida es fruto de una lógica desinformada, que ignora tanto la evidencia pedagógica como la complejidad del ecosistema escolar.
Y César Poyatos lo resume muy bien en su post de Linkedin: hemos caído en la trampa del péndulo, pasando de la tecnofilia irracional («más pantallas, mejor educación») a la tecnofobia radical («pantallas fuera, volvamos al siglo XX»).
Seamos claros:
El problema nunca fue la pantalla.
El problema es qué hacemos con ella.
Mi propia experiencia (o cómo nos pasamos de frenada con la tecnología)
En 2012, el centro en el que trabajaba tomó una decisión radical: eliminó por completo los libros y pasamos a usar únicamente iPads. Imagínate cómo fue aquel verano: nuevas programaciones, diseñar el aprendizaje de toda una etapa, creación de materiales desde cero… una auténtica locura.
Fuimos pioneros, sí, pero sin tener ninguna evidencia real de que aquello fuese lo mejor para el aprendizaje.
¿Qué ocurrió con el paso de los años?
Poco a poco, volvieron los libros. Hace unos cinco años recuperamos también las libretas, la escritura a mano y metodologías más tradicionales.
¿Fue un fracaso? Para nada.
Terminamos creando un equilibrio casi perfecto: un sistema híbrido, flexible y potente, donde lo analógico y lo digital convivían.
Conseguimos algo muy potente:
Evaluación constante: tests de autoevaluación al final de cada clase y coevaluaciones instantáneas.
Metodologías variadas: flipped classroom, aprendizaje cooperativo, trabajo por proyectos.
Personalización del aprendizaje: atención adaptada a cada alumno, según sus necesidades.
Aprendizaje más significativo y contextualizado: elegíamos la herramienta según el objetivo → trabajar la expresión escrita en situaciones cotidianas.
Análisis profundo del progreso: con datos concretos que permitían tomar decisiones pedagógicas informadas.
Y todo esto sin renunciar al libro de texto ni a la libreta.
Trabajábamos la memorización, la caligrafía, la expresión escrita y desarrollábamos también competencias orales.
¿La conclusión?
La clave no era el dispositivo, sino cómo lo usábamos.
Prohibir las pantallas no arregla nada (y puede empeorar muchas cosas)
La tecnología educativa, como todo, tiene matices. Hay buenas prácticas digitales y malas prácticas digitales. Igual que hay buenas y malas prácticas analógicas.
Pero la solución a las malas prácticas no pasa por eliminar la herramienta, sino por educar en su uso
¿Prohibimos los lápices porque hay alumnos que escriben mal?
Eliminar el acceso individual a dispositivos digitales es limitar (todavía más) el desarrollo de la competencia digital. Esta competencia no se adquiere mágicamente por generación espontánea: los nativos digitales no existen (lo siento si esto te rompe un mito).
Nuestros alumnos pueden haber nacido rodeados de pantallas, pero eso no los convierte automáticamente en usuarios críticos, creativos o responsables.
Al contrario, esta competencia hay que enseñarla, entrenarla y evaluarla.
¿Qué podemos aprender de esta medida?
Que la educación es demasiado importante como para decidirla por titulares.
No necesitamos medidas populares, necesitamos medidas eficaces.Que debemos formar más a los profesores.
La solución a un mal uso de las tecnologías pasa por una mejor formación docente, no por prohibirlas.Que es urgente un debate serio sobre cómo usar las pantallas, no sobre cómo prohibirlas.
Más diálogo educativo, menos política educativa.
En definitiva, quizás lo que más deberíamos aprender es que detrás de estas decisiones radicales hay más ideología que pedagogía.
La escuela no necesita péndulos ni falsas dicotomías.
Necesita docentes preparados, alumnos críticos y decisiones basadas en evidencias pedagógicas.
Una reflexión muy sensata y realista que me parece clave en esta guerra entre los "haters digitales" y los "happy techno". Creo que la clave la describes muy bien en tu frase "Terminamos creando un equilibrio casi perfecto: un sistema híbrido, flexible y potente, donde lo analógico y lo digital convivían" que suscribo totalmente y que Horacio ya defendía con su aurea mediocritas.
Felictaciones por el post.